Artículo de Javier González Fraga, candidato a vicepresidente por UNION para el Desarrollo Social, publicado hoy en el suplemento "Campo" del diario La Nación.
El 22 de julio pasado presentamos en la Exposición Rural de Palermo, junto con Ricardo Alfonsín, los lineamientos básicos de una propuesta de Política Ganadera y Agroindustrial. La misma tiene dos aspectos centrales que sobresalen sobre los aspectos específicos:
La decisión política de posicionar a la Argentina como un país líder en el mundo en el rubro agroindustrial, y recuperar el liderazgo ganadero.
Buscar el consenso de las otras fuerzas políticas acerca de estas propuestas, ya que se trata de objetivos que exceden en mucho el horizonte de un período de gobierno, o de incluso dos.
Las metas a largo plazo
Las metas planteadas, que sin duda son muy ambiciosas, tienen el propósito de testificar la decisión política de impulsar este sector, que en los últimos años ha sido maltratado por el Gobierno a pesar de las enormes contribuciones que ha hecho al crecimiento, a la generación de empleo, a los ingresos fiscales y a la reconstrucción de las reservas internacionales.
La base de la propuesta es que la agricultura va a generar una producción de granos que debe procesarse en gran parte en la Argentina, para dar lugar a su transformación en carnes vacunas, carnes porcinas, pollos, lácteos y también biocombustibles, además de otros productos. De esta manera desaparece la competencia tradicional por el reparto de las hectáreas en producción entre granos y carnes, ya que los granos van a transformarse en alguna medida en carnes y lácteos.
Consecuentemente, el mayor desafío de la próxima administración será negociar con los países importadores de nuestros granos para que vayan incrementando las compras de alimentos procesados, y no sólo soja y/o maíz en grano o aceites. De esa forma estaremos en el camino que hace muchos años iniciaron en los Estados Unidos, y más recientemente en Brasil. La Argentina no puede quedarse como granero del mundo, expuesto a las oscilaciones de los precios de las commodities , y tenemos la obligación de incorporar valor agregado a nuestras materias primas, para lograr un país más justo social y geográficamente equilibrado.
Las metas cuantitativas son:
1) 150 millones de toneladas de granos en 2020, lo que no parece inalcanzable, pero es ambicioso si pretendemos aumentar la participación de maíz y de trigo, y simultáneamente preservar la capacidad productiva de nuestros suelos, y del medio ambiente.
2) 85-100 millones de cabezas de ganado vacuno en 2030. Este objetivo requiere la implementación de políticas activas orientadas a la reconstrucción rápida de nuestro stock de vientres, y lograr en estos 18 años las mismas tasas de crecimiento que experimentó Brasil desde 1960 en adelante. No es fácil, pero tampoco imposible.
3) 18.000 millones de litros de leche. Este es el objetivo planteado por el PEL (Plan Estratégico Lechero) el año pasado. Requiere urgentes inversiones en la industria para absorber la creciente producción que el buen clima ha generado en el último año. De lo contrario se perderá la rentabilidad de los tambos, y nuevamente caerá la producción.
Complementariamente se buscaría duplicar antes de fines de la década la producción avícola y porcina, en el entendimiento que los actuales precios de la carne vacuna permiten por primera vez en años, la mayor colocación de estas carnes en el mercado interno. Obviamente hace falta levantarles las restricciones comerciales que las afectan, y que muy pocos beneficios han traído a los consumidores, pero que han enrarecido el clima para mayores inversiones en el sector.
La agroindustria es mucho más compleja que las actividades mencionadas, e incluye a las diversas frutas, lanas, vinos, olivos, maderas, pescados, hortalizas, tés, yerba, tabaco, café y muchas actividades más, imposibles de analizar en un artículo periodístico. Pero todas ellas tienen en común la generación de empleo muy bien remunerado, y distribuido geográficamente en todo el conjunto de economías regionales, y enfrentar una interesante demanda externa.
Las herramientas que desde el Estado nacional deben ponerse al servicio de la promoción de todas estas actividades industriales deben incluir, además de otras específicas, las siguientes:
Financiamiento a través del Banco Nación, a plazos coherentes con cada actividad, a tasas de interés razonablemente bajas, pero fundamentalmente mediante trámites simples y rápidos, y que no requieran garantías reales excesivas, que paralizan la actividad.
Apertura de mercados externos, como lo hicieron en Chile en estos 20 años, y que les permite a sus productores abastecer un mercado potencial muchísimo más amplio que el que enfrentan los productores argentinos, y consecuentemente obtener mejores precios. El comercio internacional de alimentos es complejo y ampliamente protegido en el mundo, y se requiere un enorme esfuerzo de nuestra Cancillería para conquistarlo.
Tratamiento impositivo preferencial que evite los abusos como los que hoy sufre la ganadería. La inversión en cada actividad debe ser tratada preferentemente desde el punto de vista impositivo, lo que resulta para el fisco mucho más provechoso que muchos esquemas de promoción que hoy sólo generan pérdidas, y las más de las veces una mala asignación de recursos productivos.
Debemos finalmente reconocer que la actividad agroindustrial en general, y la ganadería en particular, tienen un enorme futuro en nuestro país, y constituyen los pilares para lograr una expansión económica sostenida que genere empleo y equilibrio regional.
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